Monday, February 06, 2006

Muros y tormentas

SOCIEDAD
Muros y tormentas

Luis Cino

LA HABANA, Cuba - Febrero (www.cubanet.org) - Los muros nunca fueron
soluciones definitivas. Ahí está esa descomunal rareza histórica para
turistas que es la Gran Muralla China. Los adoquines del Muro de Berlín
son hoy recordatorios del fracaso totalitario. En La Habana, ya pocos se
fijan en las ruinas de la muralla que alguna vez rodeó la ciudad.

Los hombres son tercos y en el mundo se siguen erigiendo muros como
monumentos a la estupidez humana.

Se espera que pronto un muro cerque la Sección de Intereses de
Norteamérica -SINA- en la capital cubana. Se habla también de murales
gigantescos, de una estatua de Niemeyer y de un elevado bosque de
mástiles y banderas. Todo en medio del mayor secreto. Como una operación
militar.

Si con la instalación de las pantallas lumínicas el gobierno
norteamericano pretendió provocar la ira proverbial de Fidel Castro, sin
dudas lo logró. El Comandante se dejó llevar gustoso al terreno en que
más cómodo se siente, el de la confrontación.

Ojalá todo quede ahí. Sólo otro episodio de fanfarronadas y bretes en un
diferendo estéril que dura ya demasiado tiempo.

Los efectos especiales están bien para Hollywood. Las réplicas
desmesuradas no suelen ser aconsejables. Las pantallas electrónicas per
se no traerán la democracia a Cuba. Los muros, las banderas y los
insultos tampoco impedirán su llegada. ¿Les vuelvo a recordar el Muro de
Berlín?

Como ayer en Berlín, los muros no servirán de nada en Palestina ni en la
frontera entre México y Estados Unidos. Tampoco en La Habana. Será poco
más que el símbolo de una rabieta.

Sucede que las rabietas son peligrosas en los finales de dictaduras.
Dice un viejo adagio chino que para tragar un dragón, la peor parte es
la cola. Ahora mismo, llena de espinas, es lo que nos toca digerir a los
cubanos.

Lo del muro y las banderas es sólo una anécdota pintoresca. Del lado de
acá del Malecón baten vientos de tormenta.

A casi tres años de la ola represiva de la primavera de 2003, la batalla
de ideas está cada vez más carente de ideas, si es que alguna vez las
tuvo. Más detenciones, amenazas, prohibiciones y mítines de repudio
fascistas son la expresión de la impotencia del régimen frente a la
oposición civilista.

En un mitin de repudio contra la líder opositora Marta Beatriz Roque,
una arpía con merienda asegurada, llevada de Párraga a Santos Suárez, se
paró frente a la puerta y gritando obscenidades, se alzó la falda y se
bajó el blúmer. ¡Curiosa expresión de la batalla de ideas! Pornografía
política. El término lo acuñó certera la dirigente de la Asamblea para
promover la Sociedad Civil.

Empeñados en mantener a un pueblo como un rebaño de "dojogagis" en el
estrecho espacio que media entre el Gulag y la aldea Potemkim, las
autoridades cubanas parecen haber olvidado el límite entre la cordura y
la infamia.

Ahora que tantos hablan de los escenarios posibles para la transición a
la democracia en Cuba, el régimen da señales de haber elegido el que
prefiere. Errático y tremebundo como siempre, antes que los modelos
español, chileno, sudafricano o europeo oriental, optaron por el modelo
ruandés.

Hutus cederistas, combativos y con la disciplina del Partido Único
ensayan y se aprestan para la degollina de Tutsis en la Mayor de las
Antillas. ¿Será acaso la versión de un final apocalíptico soñada por
gladiadores sin porvenir?

Sólo el miedo y la desesperación pueden explicar el gesto demencial de
un gobierno que alienta la violencia de sus partidarios contra todo el
que opine diferente.

Cuba nunca fue un país de odios, pero la violencia siempre estuvo
peligrosamente latente. En la letra de los guaguancós. En la fama de
pendencieros de los hijos de Shangó. En las peleas de gallos que pintó
Mariano. En los guajiros de Carlos Enríquez. En el machismo doméstico y
esperpéntico. En la camorra zafia de los guapos de barrio. En la
reiterada recurrencia a las armas que hizo naufragar la República.

Sólo que pocas veces la sangre llegaba al río. Comenzó a llegar, a
raudales, con el cuartelazo del 10 de marzo y la revolución de Fidel Castro.

47 años de odios e intolerancias son demasiado para la salud de una
nación. La pobreza, las frustraciones y la desesperanza son el mejor
caldo de cultivo para la violencia. Como si fuera poco, ahora el
gobierno le pone la luz verde.

Sus víctimas ya no son los enemigos de clase ni los que se marchan del
país. Es el turno de castigar disidencias. Al menos como pretexto, para
algo tenía que servir el incidente de las pantallas.

Las autoridades acusan a los disidentes de mercenarios al servicio del
imperialismo. Los convierten en parias no personas para el alivio de las
conciencias porristas.

Las hordas aprestan su coreografía para el próximo progrom bajo las
banderas de Mussolini, Mao y Pol Pot. Trocaron las ideas por consignas
pero éstas, a veces, son difíciles de memorizar. Más fáciles son los
insultos, las obscenidades y las palizas. Para la turba azuzada vale
cualquier vileza.

Lo que olvida el gobierno es que el que siembra vientos, recoge
tempestades. Mantener la violencia en un solo sentido es una tarea harto
improbable. Al final, las pasiones siempre desbordan el cauce.

El panorama se torna cada día más volátil. Los cubanos no somos
entusiastas en poner la otra mejilla. Está sobrando odio en la ecuación.
Será mejor, por el bien de Cuba, que el gobierno entienda que la
situación se le puede ir de las manos. Mañana puede ser demasiado tarde.

http://www.cubanet.org/CNews/y06/feb06/06a7.htm

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