SOCIEDAD
Donde carne hubo
Alejandro Tur Valladares, Jagua Press
CIENFUEGOS, Cuba - Enero (www.cubanet.org) - Al salir del barrio por la tarde me di cuenta de que algo extraño pasaba. En lugar de las caras severas y ajadas que usualmente exhiben los vecinos, esta vez vi en los rostros amplias sonrisas, un brillo raro en los ojos, y una cortesía desmedida en los ademanes de las personas. La causa que provocó tal comportamiento fue la llegada de la ternilla a la carnicería.
En Chile, ternilla es una especie de bozal que se pone a los terneros para que no mamen. En Cuba es otra cosa: una porción del esqueleto de un bovino con algunas partículas de carne adheridas a él. En otras palabras, un pedazo de hueso con pellizcos de piltrafa, cebo incluido.
Si usted, amigo lector, es español y lee este trabajo se estará diciendo: "Ostras, la verdá que estos tíos se gozan con cualquier cosa". Si es mexicano quizás pensará: "La verdad, manito, que no comprendo a qué viene tanto alboroto por unos puros huesos". Pero si usted, estimado amigo, es cubano, ya eso es harina de otro costal. Ante la pregunta de por qué tanta euforia por el hecho de que estén vendiendo piltrafa con hueso, respondería: "Mira, mi socio, más vale carne de nuca que no comer nunca carne".
Y es que en nuestro país comer carne de res hace tiempo que es un lujo. Sólo quien posea una dieta médica puede aspirar a que le vendan, dos o tres veces al año, un par de bistés. Por ello, nada de raro tiene el jolgorio popular cuando se tiene la posibilidad, aunque sea por el fin de año, de comprar una libra de ternilla (si el núcleo familiar es de cuatro personas) a 90 centavos cada una.
Antes del año 1959, según un censo de la época, en Cuba había seis millones de cabezas de ganado. Es decir, una por cada habitante, y no se necesitaba de un permiso especial para criar ganado, ni se ponían límites a la cantidad que un ciudadano podía tener. Otro es el panorama 47 años después.
En 1980, durante la inauguración de una vaquería en la provincia Camagüey, Fidel Castro dijo que con los planes diseñados por la revolución la nación cubana produciría más carne y leche que la propia Holanda.
¿Qué pasó con aquellos planes? Hasta hoy no se ha podido determinar con precisión la magnitud del retroceso que ha sufrido este sector de la economía, pues el gobierno oculta las estadísticas. No obstante, fuentes no oficiales aseguran que la cantidad de ganado en existencia no rebasa los 4 millones de cabezas. Para tener una idea del desastre habría que considerar que 47 años después la población cubana se ha duplicado.
Entre las causas que han provocado la ruina del sector ganadero, según asegura el oficialismo, están las intensas sequías, la carencia de piensos, la falta de personal especializado y el sacrificio ilegal.
Si bien es cierto que estos factores han incidido en la crisis ganadera, son otros los más nocivos, como el fracasado experimento llevado a cabo por los científicos cubanos, quienes intentaron, a través de cruces genéticos (Holstein-Cebú) crear una supervaca. Este experimento dio como resultado un prototipo nombrado F1 que no dio ni carne ni leche.
En el cambio del tipo de pastoreo podemos encontrar otra de las causas del desastre. Fueron sólo unos de los tantos experimentos que se improvisaron, sin que mediaran períodos de comprobación e investigaciones serias. Pero quizás la más importante de las causas fue la implementación de medidas contraproducentes que perjudicaban directamente a los ganaderos.
Para amortiguar el fracaso se insistió en los experimentos. Esta vez le tocó el turno a los búfalos de agua canadienses. Estos animales fueron sacados de su hábitat natural y forzados a comer pastos que no formaban parte de su alimentación, y a padecer un clima hostil. Por supuesto, este nuevo intento también fracasó.
El último disparate fue el de las vacas enanas, una especie de síndrome de atrofia en el crecimiento. Según el inventor de estos engendros, lo bueno de las vacas enanas es que se pueden pastorear en los parques, en los jardines de las casas, y hasta en los huertos.
Mientras tanto, los cubanos seguimos esperando a que un día, de tanto intentar, el gobierno tenga un acierto. Hasta entonces seguiremos alegrándonos con la piltrafa, reconfortándonos al pensar que la carne se la comió otro. Porque donde carne hubo, hueso queda. Y el hueso, a no dudarlo, es para nosotros.
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