EDUCACION
La escuela cubana: actualidad y perspectiva
Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba - Diciembre (www.cubanet.org) - La semana próxima en todas
las escuelas del país celebrarán la Jornada del Educador. Cada 22 de
diciembre, los alumnos y estudiantes festejan a sus maestros. Para la
mayoría de los padres, desde días antes la búsqueda de un regalo para el
maestro del niño o de la niña constituye otro quebradero de cabeza.
En un país donde casi todo hay que "resolverlo", y según la vox populi, hay
que vender algo para vivir, porque del sueldo no vive nadie, los maestros
están en desventaja, ya que en las escuelas no hay nada que vender.
La escuela cubana reinició un ciclo de nuevas fuerzas, al ser incorporados a
la docencia los llamados "maestros emergentes". Ahora, con otra
denominación, los continuadores de los primeros maestros voluntarios de hace
40 y tantos años, enfrentan a niños y adolescentes apoyados por clases
televisadas para suplir la experiencia que les falta y la información
especializada que sólo el estudio sistemático proporciona.
Valiéndose de un recurso ya estrenado cuando la Campaña de Alfabetización,
la incorporación de varios miles de de jóvenes a las aulas, aún sin
despedirse totalmente de la adolescencia, sirve para sostener un sistema de
clases de doble sesión en las enseñanzas primaria y secundaria que mantenga
a los muchachos fuera del ocio de las calles.
De esta manera, las autoridades callan la boca a los padres al evitar que
los "nenes" mataperreen en un escenario en donde la emergencia social y
económica impera, aderezada por una buena cuota de marginalidad.
En esta fecha, los maestros sienten que han recibido algún reconocimiento al
ser beneficiados con cierto aumento de salario. Al mismo tiempo se sienten
comprometidos con una tarea muy difícil: la de rescatar la autoridad sobre
los educandos y la de soportar la avalancha de tareas burocráticas y
políticas.
Los padres tienen una tendencia a sobreproteger a sus hijos. Sobre todo las
madres inculcan a sus pequeños que el castigo por cometer faltas sólo ellas
pueden decidirlo; aunque en muchos casos ellas mismas no los juzguen de la
manera más correcta. Al maestro únicamente se le permite presentar la queja
a unos padres que regresan abrumados del trabajo y deben encarar las tareas
y necesidades domésticas.
Un niño o un joven pasan buena parte de las horas de su infancia y
adolescencia junto a sus compañeros y frente a sus maestros. Ellos son los
únicos representantes de una institución que, en definitiva, debe
transmitirle los convencionalismos sociales que necesita incorporar para
desenvolverse en la sociedad. Sin embargo, hoy mismo, sus maestros aún
transitan por una etapa solamente un poco más avanzada del propio proceso en
que se encuentran sus educandos.
Quizás todas estas causas provoquen que la denominada "educación formal",
que no es otra cosa que las reglas de urbanidad y buenas costumbres que
sostienen las relaciones humanas, sea un renglón en la columna del "debe" y
no engrose el saldo del proceso educativo.
En perspectiva, la escuela cubana deberá dejar de ser un pivote para la
acción política y replantearse justamente los métodos y las vías que
garanticen sus fines para nutrir de ciudadanos a la sociedad civil y
despojarse de la verticalidad de las decisiones tomadas por funcionarios
escudados detrás de sus escritorios. Y restituirles a los maestros la
autoridad para decidir sobre el proceso de enseñanza y sobre las normas de
educación de sus educandos.
Cuando la escuela cubana enfrente el mayor de sus retos será cuando se
encuentre en medio de una sociedad en transición hacia un sistema diferente.
Durante casi medio siglo la educación en Cuba ha sido un asunto político. Ha
dependido de una férrea voluntad que decide el rumbo que debe tomar. Por
otra parte, sostener que la educación puede despojarse totalmente de lo que
se llama ideología, es un cuento de camino. Porque un sistema de educación
sin un cuerpo de ideas que lo integre, sencillamente no existe.
Reconstruir la sociedad civil cubana necesitará de la acción de la escuela
nacional y del cuerpo de docentes que la formen. No es cuestión de mantener
utopías, sino de embridar las realidades que nos vendrán encima y saber
manejarlas. Tampoco podremos darnos el lujo de dejar de la mano a cientos de
miles de niños y adolescentes cuya existencia cambiará, algunos para bien,
otros para mal. La escuela cubana en esa etapa nacional tendrá una
responsabilidad tan de primer orden como lo serán las cuestiones económicas.
http://cubanet.org/CNews/y05/dec05/15a8.htm
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