El peso del hastío
Otro primero de enero, otro aniversario
Miguel Fernández-Díaz, Pembroke Pines
viernes 30 de diciembre de 2005
Fidel Castro (1926-¿?) conmemora otro aniversario del triunfo de su revolución con la esperanza de superar su propia marca de permanencia en el poder. El periodista francés Jean-François Fogel sacó mal la cuenta cuando señaló que ya había sobrepasado la cota de 45 años y 302 días alcanzada por el Camarada Kim-Il-Sung (El País, Madrid, octubre 29, 2004). El punto de partida de Fogel fue el primero de enero de 1959, que no entraña el ascenso de Castro, sino la caída del dictador precedente, Fulgencio Batista.
Según la Agencia de Información Nacional (AIN), el Comandante en Jefe "se vio urgido a tomar las riendas del poder" el 17 de enero de 1959. No cabe duda de que el cubano vivo acabó por sobrepujar al norcoreano muerto y puede alzarse con otro récord Guinnes, aparte del discurso más largo en la ONU (4 horas y 29 minutos, el 26 de septiembre de 1960).
Quedaría por validar otra plusmarca mundial que él mismo se atribuyó el 26 de julio de 1999: la fragua de por lo menos 637 atentados en su contra. Aunque los prolongados discursos de Castro, a menudo más extensos que aquel de la ONU, dan motivos de sobra para intentar eliminarlo tantas veces, la cifra espanta por la distancia hasta el próximo competidor: Charles De Gaulle (1890-1970) sobrevivió a sólo 31.
Desde que Hebert Matthews publicó su estudio biográfico Fidel Castro (1960) se sabe que el Comandante advirtió: "Nadie va a ponerme una camisa de fuerza" (página 324). Al menos con su revolución hace lo que le da la gana: declararla socialista (abril de 1961), proclamar un cuarto de siglo después que "¡Ahora sí vamos a construir el socialismo!" (abril de 1986) y apearse luego, tras la desunión post-soviética, con que deben preservarse "las conquistas del socialismo", porque este último "nadie sabe bien qué cosa es" (abril de 1992).
Castro se aventuró a correr riesgos globales como emplazar secretamente misiles soviéticos en la Isla (1962) y llevar adelante la guerra de guerrillas sin fronteras. Tras los fracasos del Che en el Congo (1965) y Bolivia (1967) se volvió hacia dentro y desencadenó la "ofensiva revolucionaria" (1968) para extirpar el capitalismo remanente en Cuba.
En enero de 1968 había subido la parada al Gran Timonel Mao Tse-tung (1893-1976). No sólo por calificarlo de senil, sino también por pedirle a los cubanos que no toleraran a gobernantes "de más de sesenta años", porque a partir de ahí se volvían irresponsables. En septiembre de 1999 contradijo su propia tesis: "Jamás me jubilaré de la política".
Al tomar conciencia de Isla, Castro planteó la ambiciosa meta de producir diez millones de toneladas métricas de azúcar como prueba crucial para su revolución y compromiso de honor nacional (Granma, marzo 24, 1968). El 19 de mayo de 1970 reconocía "que no haremos los diez millones". Aunque dijo no tener "pretextos [ni] excusas", recalcó que proseguía la "lucha por los nueve millones" (Granma, mayo 31, 1970). Luego encubrió el resultado final (8,53 millones en 280 días de zafra) con el eslogan carnavalesco de "convertir el revés en victoria" y el consuelo de haber roto la marca prerrevolucionaria (1952) de producción: 7,29 millones, que se hicieron en sólo 110 días de labor.
Ahora parece haberse dado cuenta de lo que ya el escritor José Lezama Lima había precisado hacia 1957: "Más que soluciones políticas, el país necesita un administrador: un contador público teocrático [que] ofrende a los dioses la energía monetaria acumulada en la hacienda nacional". Y mientras persevera en los errores y caprichos no acaba de suceder lo que otro poeta, Heberto Padilla, consideró razonable para "escribir en el álbum de un tirano" (Fuera del juego, 1968).
No llega el día en que los vacilantes saben lo que no quieren, ni Juan-el-gago ni Pedro-el-mudo descubren su voz fuerte, ni los apabullados dejan de ponerse de pie cuando Él entra. Se desvanece (junio 23, 2001), cae con estrépito (octubre 20, 2004) y hasta padece del Mal de Parkinson, pero hasta ahí la historia de su muerte, que sólo trae más muerte y más historia.
Otro primero de enero, otro aniversario
Miguel Fernández-Díaz, Pembroke Pines
viernes 30 de diciembre de 2005
Fidel Castro (1926-¿?) conmemora otro aniversario del triunfo de su revolución con la esperanza de superar su propia marca de permanencia en el poder. El periodista francés Jean-François Fogel sacó mal la cuenta cuando señaló que ya había sobrepasado la cota de 45 años y 302 días alcanzada por el Camarada Kim-Il-Sung (El País, Madrid, octubre 29, 2004). El punto de partida de Fogel fue el primero de enero de 1959, que no entraña el ascenso de Castro, sino la caída del dictador precedente, Fulgencio Batista.
Según la Agencia de Información Nacional (AIN), el Comandante en Jefe "se vio urgido a tomar las riendas del poder" el 17 de enero de 1959. No cabe duda de que el cubano vivo acabó por sobrepujar al norcoreano muerto y puede alzarse con otro récord Guinnes, aparte del discurso más largo en la ONU (4 horas y 29 minutos, el 26 de septiembre de 1960).
Quedaría por validar otra plusmarca mundial que él mismo se atribuyó el 26 de julio de 1999: la fragua de por lo menos 637 atentados en su contra. Aunque los prolongados discursos de Castro, a menudo más extensos que aquel de la ONU, dan motivos de sobra para intentar eliminarlo tantas veces, la cifra espanta por la distancia hasta el próximo competidor: Charles De Gaulle (1890-1970) sobrevivió a sólo 31.
Desde que Hebert Matthews publicó su estudio biográfico Fidel Castro (1960) se sabe que el Comandante advirtió: "Nadie va a ponerme una camisa de fuerza" (página 324). Al menos con su revolución hace lo que le da la gana: declararla socialista (abril de 1961), proclamar un cuarto de siglo después que "¡Ahora sí vamos a construir el socialismo!" (abril de 1986) y apearse luego, tras la desunión post-soviética, con que deben preservarse "las conquistas del socialismo", porque este último "nadie sabe bien qué cosa es" (abril de 1992).
Castro se aventuró a correr riesgos globales como emplazar secretamente misiles soviéticos en la Isla (1962) y llevar adelante la guerra de guerrillas sin fronteras. Tras los fracasos del Che en el Congo (1965) y Bolivia (1967) se volvió hacia dentro y desencadenó la "ofensiva revolucionaria" (1968) para extirpar el capitalismo remanente en Cuba.
En enero de 1968 había subido la parada al Gran Timonel Mao Tse-tung (1893-1976). No sólo por calificarlo de senil, sino también por pedirle a los cubanos que no toleraran a gobernantes "de más de sesenta años", porque a partir de ahí se volvían irresponsables. En septiembre de 1999 contradijo su propia tesis: "Jamás me jubilaré de la política".
Al tomar conciencia de Isla, Castro planteó la ambiciosa meta de producir diez millones de toneladas métricas de azúcar como prueba crucial para su revolución y compromiso de honor nacional (Granma, marzo 24, 1968). El 19 de mayo de 1970 reconocía "que no haremos los diez millones". Aunque dijo no tener "pretextos [ni] excusas", recalcó que proseguía la "lucha por los nueve millones" (Granma, mayo 31, 1970). Luego encubrió el resultado final (8,53 millones en 280 días de zafra) con el eslogan carnavalesco de "convertir el revés en victoria" y el consuelo de haber roto la marca prerrevolucionaria (1952) de producción: 7,29 millones, que se hicieron en sólo 110 días de labor.
Ahora parece haberse dado cuenta de lo que ya el escritor José Lezama Lima había precisado hacia 1957: "Más que soluciones políticas, el país necesita un administrador: un contador público teocrático [que] ofrende a los dioses la energía monetaria acumulada en la hacienda nacional". Y mientras persevera en los errores y caprichos no acaba de suceder lo que otro poeta, Heberto Padilla, consideró razonable para "escribir en el álbum de un tirano" (Fuera del juego, 1968).
No llega el día en que los vacilantes saben lo que no quieren, ni Juan-el-gago ni Pedro-el-mudo descubren su voz fuerte, ni los apabullados dejan de ponerse de pie cuando Él entra. Se desvanece (junio 23, 2001), cae con estrépito (octubre 20, 2004) y hasta padece del Mal de Parkinson, pero hasta ahí la historia de su muerte, que sólo trae más muerte y más historia.
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