Por no ser extranjero
Adrián Leiva
LA HABANA, Cuba - Octubre (www.cubanet.org) - Siempre me he sentido orgulloso de ser cubano, independientemente del orden político imperante en mi país, ya que por encima de consideraciones de este tipo tenemos valores que se han ido forjando a lo largo de siglos. Son los valores que han nutrido nuestra nacionalidad y que nos han dado identidad. Esos valores, que no son producto que debemos agradecer a un gobierno o a un partido determinado, son los que sirven de fundamento a nuestra condición de ciudadanos.
Siempre ha sido objeto de las luchas sociales el logro de la igualdad del derecho ciudadano y en la erradicación de categorías que sirvan para distinguir a unos sobre otros, más cuando las diferencias se establecen a costa de la marginación, el privilegio y otros aspectos que hacen posible la existencia de ciudadanos de quinta clase. Esto puede ocurrir entre los pertenecientes a una misma nación o cuando en una sociedad los extranjeros tienen privilegios sobre los nacionales, sea porque controlan los recursos económicos de la misma o porque poseen la preponderancia de su moneda. Algo de esto último es lo que ha ocurrido en Cuba en estos últimos años con el dólar, que ha convertido al peso cubano en una caricatura de moneda nacional, y ha establecido privilegios basados en su tenencia.
Otro tipo de privilegio es el que se produce ante situaciones coyunturales. En este grupo es donde se establecen las condiciones de lujo en que son atendidos los pacientes venezolanos y de otros países, cuando vienen a recibir atención médica en Cuba.
Los pacientes venezolanos son atendidos a cuerpo de rey en una especie de hospitales hoteles que tienen un régimen de atención esmerada que no está al alcance de la que recibimos los cubanos en la inmensa mayoría de los centros hospitalarios del país.
Por supuesto que el sistema de salud pública en Cuba es considerado de alta prioridad por el gobierno, que le destina recursos y posibilidades muy por encima de lo que garantiza el ingreso del producto bruto nacional. Hay que reconocer, no obstante el análisis que pudiera hacerse sobre el orden político del sistema, la existencia de una política prioritaria del Estado hacia este sector. Pero esto no justifica que los venezolanos, o cualquiera, reciban un trato diferenciado sobre los nacionales o los que no tienen cierto rango socio político, lo cual cada vez siendo objeto de manifiesta y justificada inconformidad por una parte cada vez mayor de la población. Esto se hace evidente cuando hay que acudir a los centros de asistencia médica y farmacias del país.
Los médicos cubanos se ven a diario ante la disyuntiva de informarse sobre los medicamentos que están a la venta y cuáles se encuentran en falta, antes de recetar a sus pacientes. A ello hay que agregar el déficit de instrumental médico y quirúrgico en policlínicos y hospitales, cosa que no ocurre en los centros donde son atendidos los extranjeros, sin contar la alimentación y avituallamientos necesarios que reciben en comparación con la de que se ofrece a los nacionales.
A mediados de la década de los años ochenta me sometí en una intervención quirúrgica en un hospital de La Habana. En la sala donde estuve ingresado había un joven procedente de un país centroamericano. Los cubanos que compartíamos con él la sala no teníamos diferencias de ningún tipo. Al ver que el muchacho no tenía familiares, a no ser los esporádicos amigos de su tierra que lo visitaban, nos solidarizamos con él, compartiendo el calor de nuestras familias y todo lo necesario que no pudiera tener el enfermo solitario. Esto nos llenaba de orgullo. Nadie le preguntó nunca sobre su ideología, su religión, o sobre el porqué estaba siendo operado en Cuba. En él veíamos simplemente al ser humano alejado de su tierra y de sus seres queridos. La atención médica era igual para aquel muchacho que la recibida por el más humilde cubano, constituyendo esto un signo de verdadero gesto humanitario y solidario.
En más de una ocasión he presenciado en las farmacias el malestar de las personas que acuden a comprar su medicina y no pueden adquirirla por estar en falta en esos momentos. En la red de farmacias se puede escuchar como algo casi normal que los pacientes primero preguntan si existe este u otro medicamento para luego gestionar la receta. La gestión incluye en algunas ocasiones una simple aspirina que no requiere prescripción facultativa. Por otra parte, un grupo mayoritario de medicamentos para tratamientos largos o para toda la vida se expenden sólo mediante previo certificado médico, el cual queda registrado en una farmacia específica, situada cerca del domicilio del enfermo- quien no puede adquirirlo en otra parte- así como una receta de control. Pero ocurre que en ocasiones ni aún mediante este sistema se puede garantizar la presencia de los medicamentos indicados para cada caso. No necesito preguntarme si nuestros hermanos venezolanos tienen que afrontar esta situación. Por supuesto que no. Ellos son tratados como ciudadanos de primera categoría.
A pesar de esto y de otras cosas continúo sintiendo el orgullo de ser cubano para el que las categorías son cosa pasajera. Sólo que molestan.
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