Monday, March 13, 2017

Los nómadas del comercio recorren los pueblos de Cuba

Los nómadas del comercio recorren los pueblos de Cuba
Casi 60.000 personas se dedican a la venta ambulante por ferias y
mercadillos de la Isla
BERTHA K. GUILLÉN, Candelaria | Marzo 13, 2017

Manzanas, pañales desechables y frituras son algunos de los productos
que exhiben en sus tarimas las ferias ambulantes que recorren los
pueblos cubanos. Caravanas trashumantes que recuerdan a los circos de
antaño, pero sin malabaristas ni fieras amaestradas.

Rosario González tiene 47 años y reside en Los Palacios, Pinar del Río.
Durante una década fue empleada de una cafetería estatal, pero hace unos
años decidió tener su propio negocio. Ahora se dedica a preparar y
comercializar bocaditos en una feria nómada que se mueve por el
occidente de la Isla.

La competencia es fuerte para Rosario, que debe agregar nuevas opciones
y productos para hacer más atractivas sus ofertas. Al concluir el pasado
mes de febrero en el país había unas 539.952 personas con licencia para
trabajar por cuenta propia. De ellas, unas 59.700 se dedican a
confeccionar y vender alimentos.

El permiso para ejercer su ocupación le permite a la vendedora moverse
de un municipio a otro y también entre provincias. "Tenía unos vecinos
que se dedicaban a este negocio y me di cuenta que valía la pena. Así
que me lancé", cuenta Rosario a 14ymedio.

El grupo del que forma parte la emprendedora pinareña detecta dónde hay
fiestas patronales, carnavales o cualquier festividad local. Llegan al
lugar y arman sus tarimas improvisadas, hechas con los mismos catres
metálicos sobre los que duermen en las noches.

Los comerciantes van de aquí para allá y pasan la mayor parte de su
tiempo en carreteras, caminos y plazas públicas. Algunos ni siquiera
tienen hogar y eligieron el negocio de la venta ambulante sin la atadura
de un sitio al que volver. Son los nómadas de este siglo, en un país con
un déficit habitacional que supera las 600.000 viviendas.

"Al principio fue un poco complicado, porque mi vida anterior era
demasiado tranquila", recuerda Rosario. A la cafetería estatal donde
trabajaba la conocían como "el reino de las moscas" porque tenía muy
pocos productos y menos clientes. Dio, entonces, un paso riesgoso y
ahora se ha acostumbrado ya al "ambiente festivo y a la cantidad de gente".

En un timbiriche cercano está Yaumara, una vendedora de bisuterías
nacida en Bahía Honda. Muestra collares, sortijas para todos los tamaños
y joyas de acero quirúrgico, muy populares entre quienes no pueden
costear piezas de oro o plata.

"Siempre me gustó la fiesta", confiesa la comerciante, así que le
resulta "más fácil" su actual trabajo.

Cuando el avispero de vendedores llega a un pueblo se registran en la
oficina de Planificación Física del municipio. Alquilan un espacio para
el mercadillo y muestran sus licencias obtenidas en la Oficina Nacional
de Administración Tributaria (ONAT) para ejercer desde la venta de
alimentos hasta la gestión de juegos infantiles.

Entre los vendedores se crean lazos de amistad y familiares. En la
caravana son varias las parejas y algunos hasta han encontrado el amor
en el camino. Se cuidan unos a los otros y se advierten de posibles
controles policiales. Cuando un inspector les exige denunciar a un
colega, todos hacen silencio.

A pesar de las restricciones para vender mercancía importada, muchos
productos traídos de Panamá, Rusia o Estados Unidos se cuelan en las
ferias. Lo que se ve públicamente es solo una pequeña parte de género.
"Aquí hay para todos los gustos y todos los bolsillos", asegura un
vendedor de útiles para el hogar que además ofrece piezas de ferretería
ligera.

Otra parte de la mercancía proviene de la red de tiendas en pesos
convertibles que gestiona el Estado. En pueblos donde el
desabastecimiento es un problema mucho más crónico que en las capitales
de provincia, la reventa se ha convertido en una práctica muy extendida.
Los comerciantes abastecen de esponjas para fregar, bolígrafos,
chancletas y cintos.

"Vendemos al menudeo y eso es bueno porque hay gente que no puede pagar
por un paquete de detergente pero si puede comprar las pequeñas bolsas
que reempacamos", asegura Maurilio, que lleva al menos un lustro "en
estos trajines".

El grupo evalúa cuánto tiempo permanecer en cada pueblo. "Vemos cómo
está la cosa, el ambiente de fiesta y como van las ventas el primer día,
ahí decidimos si quedarnos o no", aclara el emprendedor.

La mayoría de los habitantes de los caseríos y bateyes les dan la
bienvenida. "Espero la feria porque es una oportunidad de comprar cosas
para la casa y además a mis hijos les encanta", comenta una vecina de
Candelaria. Sin embargo, algunos residentes más cercanos a los puntos de
venta se quejan de que los viajeros duermen en los portales o hacen sus
necesidades en la vía pública.

Ernesto y Uvisneido han resuelto ese problema. Provenientes de la lejana
ciudad de Guantánamo se insertaron en el negocio con una oferta de
carritos para jugar. Con las ganancias se compraron un pequeño tráiler
con tres literas y un baño. "Así no tenemos que dormir al aire libre",
comenta Ernesto.

"Tenemos también al dragón de juguete, un pequeño parque inflable y
sillas voladoras", añade. Sus clientes son niños que pagan unos 5 CUP
por cada vuelta en los aparatos o por unos minutos de uso.

"Siempre hay algún inspector que agua la fiesta, pero con este trabajo
recaudamos", asegura Ernesto. Los comerciantes que no han logrado un
remolque para dormir en las noches, arman sus catres en cualquier lugar
y pagan a un custodio para que patrulle por las inmediaciones.

Con los primeros rayos de sol deben comenzar a pregonar sus productos o
emprender el viaje hacia el próximo pueblo. Los nómadas del comercio
saben que su negocio solo funciona si se mueven por todos lados.

Source: Los nómadas del comercio recorren los pueblos de Cuba -
http://www.14ymedio.com/sociedad/nomadas-comercio-recorren-pueblos-Cuba_0_2180181966.html

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