Thursday, December 06, 2012

La tragedia de la vivienda

Sociedad

La tragedia de la vivienda
Roberto Álvarez Quiñones
Los Angeles 06-12-2012 - 12:30 pm.

En 1959 el castrismo juró acabar con la pobreza y los barrios
marginales. Hoy la crisis habitacional es endémica. ¿Qué pasaría si un
huracán golpeara la gran favela en que se ha convertido La Habana?

El zarpazo del ciclón Sandy a la región oriental de Cuba en octubre
pasado, con un saldo de 15.392 viviendas totalmente destruidas y otras
210.608 derrumbadas parcialmente o seriamente afectadas —según reveló el
diario Granma—, agravó dramáticamente la crisis habitacional endémica
que padece la nación como consecuencia de medio siglo de comunismo.

Y es que la tragedia habría sido mucho más benigna si las viviendas de
las víctimas se hubieran hallado en buen estado. Esa es la diferencia
entre patricios y plebeyos en la Cuba castrista.

Obviamente, las edificaciones sólidamente construidas y con buen
mantenimiento periódico sufrieron poco daño, o ninguno. Para confirmarlo
bastaría echar un vistazo a las casas de dirigentes del Partido
Comunista, generales, coroneles y burócratas encumbrados de todo tipo.
¿Cuántas se fueron al suelo o perdieron el tejado? Y en caso de que así
haya sido, ¿cuánto tardarán las brigadas estatales en hacerse cargo de
la reparación y, de paso, su buen remozamiento?

Desde el período neolítico, hace 10.000 años, cuando al surgir la
agricultura las tribus dejaron de trasladarse de una región a otra para
cazar y recolectar frutos silvestres y se asentaron en lugares fijos,
el disponer de una vivienda confortable y segura ha constituido una de
las dos prioridades básicas de los humanos, junto a la alimentación.

En el siglo XXI, estos dos parámetros siguen siendo clave para
determinar la calidad de vida. Cualquier régimen político-social que
suprima la libertad económica del hombre para crear riquezas,
alimentarse adecuadamente y tener una vivienda digna, no sirve. No
importa que se autoproclame superior o hable en nombre de los pobres.

Hace medio siglo, el castrismo secuestró las fuerzas productivas del
país al prohibir la propiedad privada y estatizar el 80% de las tierras
cultivables, quedando en manos del Estado la responsabilidad de
alimentar al pueblo y proporcionarle vivienda. El resultado fue
elocuente: los cubanos comen mal y la inmensa mayoría no tiene una
vivienda que se corresponda con el siglo en que vivimos. El Estado
castrista, como el perro del hortelano, ni come, ni deja comer.

Los datos del INV y la realidad

Economistas y analistas independientes calculan que al menos el 75% de
las viviendas nacionales están en mal estado, necesitan reparaciones
capitales, se encuentran apuntaladas y a punto de derrumbarse, o ya se
han desplomado parcialmente

En La Habana se derrumban edificios de manera constante. En enero de
este año se vino abajo un edificio de tres pisos en la céntrica avenida
de Infanta (entre Zanja y Salud), con un saldo de cuatro muertos. El
edificio Alaska, de cinco pisos y 50 apartamentos, ubicado en pleno
corazón de El Vedado (23 y M), se desplomó totalmente hace pocos años.
Allí residieron importantes figuras de la TV, la radio y el cine, como
Rosita Fornés, Carlos Badía, Maritza Rosales, Minín Bujones y otras.

El Instituto Nacional de la Vivienda (INV) afirma que no tiene los
$4.000 millones de dólares que necesita para construir las 500.000
viviendas que requiere el país. Que no tiene los fondos es cierto, pero
lo demás no, por cuatro razones: 1) el déficit habitacional se acerca al
millón de viviendas, 2) construir una casa o apartamento cuesta mucho
más de $8.000; 3) el INV no incluye los cientos de miles de viviendas
que hay que reparar o reconstruir por completo, y 4) tampoco incluye los
cientos de miles de matrimonios con hijos que viven en casas de
familiares cercanos porque no tienen para dónde ir.

Igualmente, el INV omite que las viviendas y repartos enteros que se
construyan deberán tener energía eléctrica, redes de abasto de agua,
alcantarillados, calles, supermercados, escuelas, farmacias, oficinas de
correo, parques. Es decir, en la Cuba poscastrista solucionar el
problema habitacional costará decenas de miles de millones de dólares.

Solo en La Habana hay más de 240.000 personas que viven en cuarterías o
"solares", esos cubículos insalubres de apenas unos 18,5 metros
cuadrados como promedio, para familias de hasta siete y ocho miembros, o
más, según el propio INV.

Barrios marginales

Debido a los derrumbes o a que sus viviendas han sido declaradas
inhabitables sin que exista presupuesto para renovarlas, hay en la
capital 146.000 personas viviendo en albergues colectivos. Se trata de
familias que viven en condiciones higiénicas realmente medievales.
Proliferan las ratas, las moscas, las cucarachas y los malos olores, así
como la delincuencia y la violencia. Los albergues son instalaciones
improvisadas en la periferia urbana. A cada familia, por numerosa que
sea, se le asigna un espacio común de alrededor de 25 metros cuadrados,
es decir, 267 pies. Otros cientos de miles de habaneros residen en casas
o apartamentos en pésimas condiciones, sin servicio de gas, agua, ni
alcantarillado.

Los barrios pobres y marginales de La Habana se han multiplicado en
número y tamaño en plena ciudad, como los caseríos deplorables de "El
Fanguito", "La Jata", "Atarés", "La Guinera", "Los Pocitos" y otros en
Regla, Lawton, San Miguel del Padrón, Marianao, La Lisa, Jacomino,
Zamora, Cayo Hueso, San Isidro, Jesús del Monte, Santos Suarez, La
Víbora, e incluso en las cercanías del Palacio de gobierno, como es el
caso de "La Timba". Algunos son enormes: en "La Guinera" viven unas
100.000 personas y 18.000 lo hacen en "Los Pocitos", con graves
problemas de contaminación por las aguas negras del río Quibú, que por
allí pasa. En su mayoría, estos barrios no tienen calles, sino trillos y
callejones, peligrosos cuando cae la noche.

Si un huracán como Sandy golpease esas favelas habaneras y los restantes
barrios de la ciudad, casi en ruinas, la tragedia sería mayúscula. Y
ello ocurre bajo el mismo gobierno que al instalarse en 1959 juró acabar
con la pobreza y los barrios marginales. Gracias a "la revolución", hoy
Cuba tiene más barrios insalubres que hace 54 años. Buena parte de la
otrora deslumbrante capital cubana es ahora un barrio marginal gigantesco.

Encima, el gobierno de Raúl Castro —en la quiebra— construye cada vez
menos viviendas y exige que sean las propias familias las que se
encarguen de la tarea, pero es incapaz de producir suficientes
materiales de construcción.

En 2011 se construyeron nacionalmente 32.540 viviendas, cifra menor a
las 33.901 unidades de 2010, y a las 44.775 levantadas en 2008. De las
terminadas en 2011, la población —vía mercado negro— construyó 8.933
viviendas, un desplome con respecto a las 11.433 erigidas en 2010.

Ahora Sandy agrega miles de familias a la enorme cantidad de ciudadanos
que malviven en albergues. Otros miles de familias —a falta de apoyo
oficial— tendrán que seguir viviendo en sus casas semidevastadas e irán
tapando huecos y levantando paredes con lo primero que encuentren, tal y
como hacían en la Edad Media los pobladores pobres en torno a los
opulentos castillos feudales.

http://www.diariodecuba.com/cuba/14334-la-tragedia-de-la-vivienda

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