Tuesday, November 13, 2012

Drama de caballos y cocheros

Drama de caballos y cocheros
Martes, Noviembre 13, 2012 | Por Alejandro Tur Valladares

CIENFUEGOS, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -Nadie pudo profetizar que
en Cuba, los coches tirados por caballos estarían de regreso en pleno
siglo XXI, no como curiosidad histórica, sino como alternativa de
inevitable aplicación.

Luego de miles de años en uso, esta forma de locomoción fue declinando
hasta ceder el paso, al parecer definitivamente, a las máquinas de
vapor, eléctricas y de combustión.

Los coches tirados por caballos fueron desapareciendo, primero, de las
grandes urbes, y de las rurales, con posterioridad. Adentrándonos en el
siglo XX, se fue haciendo difícil ver a los equinos tirando de alguna
diligencia, calesa, quitrín, o simple carreta. Nuestras calles perdieron
el eco de los herrados cascos y comenzaron ahuecarse por el peso de
automóviles, guaguas y camiones.

Durante los años 90, con el arribo del llamado "Periodo Especial", a
algún iluminado del castrismo se le ocurrió, ante la falta de
combustible y de piezas de repuesto para ómnibus, la "revolucionaria"
idea de fomentar el traslado poblacional por medio de coches tirados por
caballos. Desde entonces, los cocheros han venido sacándole las castañas
del fuego al ministro de transporte de turno.

Poco a poco, fueron apareciendo, traídos de los campos más remotos,
caballos moros, alazanes, o caretos, grandes y pequeños, sanguíneos o
flemáticos. Y junto a ellos, un ejército de improvisados cocheros, que
sin más maña que el afán por ganarse el sustento, amaestraban a las
desdichadas bestias, la mayoría de las veces a golpes de garrote o
chasqueando látigos de desflecado cuero.

Conozco de alguien que, allá por el año 1993, sintió el llamado, no de
Dios, sino de la barriga, y quiso probar. Vendió su motocicleta
soviética, marca Bejovina, y con el dinero de la transacción adquirió un
penco y un coche. Nunca logró un estatus de cochero legal, la respuesta
que siempre le daban era: "se encuentra retenida la emisión de
patentes". Su condición de paria le impedía bregar por las rutas más
concurridas de la ciudad de Cienfuegos, así que el costo del herraje, la
hierba, los piensos y mieles para la calórica dieta del rocinante, así
como el gasto en medicinas y veterinario, le hicieron fracasar.

La experiencia de mi amigo no es excepcional. A diario, recorren
nuestras calles cocheros clandestinos, hacedores de los trucos más
creativos, en busca de burlar a esa leyenda negra que en la Isla llaman
"inspectores integrales".

El inspector es una suerte de funcionario robotizado, con delirios de
policía, generalmente un ser abyecto e insensible. Aunque su función es
velar porque se cumplan las reglas del juego que imponen disímiles
entidades a los cocheros, la verdad es que sólo sirven para hostigar,
extorsinar y lucrar con el esfuerzo ajeno. Cochear ilegalmente supone
enfrentarlos, exponerse a ser penado con severas multas o al decomiso
del coche y el animal.

Por estos días, en Cienfuegos, ciudad donde resido, fuerzas combinadas
de la Policía Nacional Revolucionaria, Inspectores integrales y
funcionarios de la oficina del Registro Pecuario, están imbuidos en un
mega operativo dirigido a "confrontar la actividad del cocheo illegal".
Desde ya, les auguro una batalla perdida. Los cocheros cienfuegueros
están muy bien entrenados en tácticas de resistencia, conforman una
suerte de hermandad cuyo denominador común que les une es la necesidad.

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