Wednesday, March 07, 2012

Intercambios culturales y transición democrática

Opinión

Intercambios culturales y transición democrática
Antonio G. Rodiles
La Habana 06-03-2012 - 9:00 pm.

¿Por qué la negativa y el temor del régimen a que los cubanos discutamos
sobre nuestra realidad?

El pasado sábado 3 de marzo tuvimos en Estado de SATS un encuentro sobre
los intercambios académicos y culturales entre Cuba y los Estados
Unidos. El panel estuvo integrado por el filósofo Alexis Jardines, quien
participó mediante una video-grabación, los analistas políticos Julio
Aleaga Pesant, Miriam Celaya, y el jefe adjunto de la Sección de
Intereses de los Estados Unidos en la Habana, Charles Barclay. Durante
casi dos horas debatimos sobre esta problemática cargada de múltiples
vericuetos, generándose un diálogo intenso y respetuoso, que esperamos
pronto prolifere en nuestro país.

La reacción de la Seguridad del Estado no se hizo esperar, organizó un
operativo policial en las calles aledañas para intimidar a los
participantes que salían, una vez terminado el encuentro, y casi al
unísono se publicaron varios comentarios en internet cargados de
mentiras y falaces conclusiones.

¿Por qué la negativa y el temor a que los cubanos discutamos sobre
nuestra realidad y en especial sobre un tema tan importante?

La respuesta está sin dudas en la propia naturaleza del sistema, en el
difícil contexto que enfrenta y en la ausencia de recursos para
maniobrar ante un país totalmente arruinado. Cada día resulta más
evidente que los cambios cosméticos emprendidos por Raúl Castro poco
podrán hacer para reanimar una economía que necesita una inyección de
miles de millones de dólares y revitalizar un partido de gobierno que no
posee ningún arraigo y legitimidad entre la población. La mortal
enfermedad de Hugo Chávez, su principal aliado, se convierte en un
elemento extremadamente inoportuno frente a un impredecible proceso
electoral, quedando en peligro los más de 100 mil barriles de petróleo
que se reciben diariamente, sin que se vislumbre ningún posible
sustituto. Con valores superiores a los 100 dólares por barril, el
gobierno cubano se encuentra una vez más al borde del abismo. Por otra
parte las inversiones de otros países, como son los casos de Brasil y
China, están claramente dirigidas al futuro mejoramiento de las
relaciones entre la isla y los Estados Unidos, hecho que se mantiene
totalmente estancado, entre otras cosas, por la negativa de poner en
libertad al contratista Alan Gross y por la incapacidad de dar pasos
concretos en la dirección de reformas políticas.

Este difícil escenario obliga al gobierno cubano a reiniciar una
ofensiva que logre un relajamiento de las sanciones comerciales
impuestas por el vecino país, o al menos que flexibilicen las
restricciones a los viajes de los turistas norteamericanos. Para ello,
será necesario persuadir a muchos que desconfían de la capacidad del
gobierno actual de llevar adelante cambios importantes en lo económico y
lo político. Dentro de esta estrategia de soft power la diplomacia
académica y cultural juega un papel esencial. En la misma lógica, el
radio de influencia de los actores políticos, tanto dentro como fuera de
la isla, que abogan por el tránsito a un sistema democrático, debe ser
reducido al mínimo. El tiempo apremia y la élite necesita afianzar a
toda velocidad su corroído poder para lograr trasmutar.

Personalmente no tengo ninguna duda que nos vamos acercando a ese
momento de cambios que tanto hemos deseado. Estamos en el preciso
instante de actuar y reclamar a rostro descubierto nuestro protagonismo
en un proceso de transición.

Los intercambios académicos y culturales son de extrema importancia para
crear todo ese capital humano que ha escapado en estampida de nuestro
país y permitir el libre flujo de información y conocimiento que
caracteriza al mundo actual. Pero no pueden convertirse en una
herramienta para legitimar un gobierno que ha destruido a nuestra
nación. Estos intercambios culturales pudieran estar llamados a
convertirse en un ingrediente indispensable de la transición a la
democracia, pero esto solo ocurrirá si atraviesan a la sociedad civil
cubana y a la diáspora, ese debe ser el reto fundamental. Sin dudas la
sociedad civil cubana se encuentra en un período de resurgimiento, lo
cual nos obliga no solo a ejercer nuestros derechos, sino también a
hacerlo con el mayor rigor posible.

El reclamo de la sociedad civil, a jugar el papel que genuinamente le
corresponde, irrita grandemente al poder, sobre todo si consideramos que
desde hace 53 años el mismo grupo de individuos ha asumido el monopolio
absoluto de la palabra, de los rostros, de la lógica y sobre todo, asume
que el poder de la fuerza le asiste para impedir a cualquier precio que
los cubanos demanden otra opción de gobierno. Las absurdas acusaciones
que buscan desprestigiar en lo personal a todo aquel que disienta, el
uso del cinismo y el engaño como herramientas insustituibles, son
muestra de una visión primitiva y senil de ese grupo aferrado al pasado,
aferrado al totalitarismo, negados a aceptar que el tiempo es
implacable. El máximo representante de esta política ha sido y es Fidel
Castro, un individuo al que jamás le ha temblado la mano cuando de
imponerse se trata, aun si para ello necesita aplastar la vida de
cualquier ser humano (ejemplos sobran). No conozco a los individuos que
son empleados en estos medios promotores de rabia e histeria, sólo me
queda invitarlos a que comprendan que Cuba inevitablemente cambiará, es
solo cuestión de tiempo y de circunstancias que ocurra ese reacomodo tan
esperado. Les recuerdo que cada ser humano es responsable de sus propias
acciones, es una realidad que nunca deben olvidar.

Desde nuestro activismo no tenemos otra opción que seguir trabajando en
el tránsito a una sociedad democrática, donde nunca más se imponga la
fuerza de unos pocos sobre los derechos de toda una nación.

Nota: Acabo de leer sobre la nueva designación de Abel Prieto como
asesor de Raúl Castro. Los hechos dirán si este movimiento va en
consonancia o no con la estrategia antes expuesta.

http://www.diariodecuba.com/opinion/9967-intercambios-culturales-y-transicion-democratica

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