Monday, March 19, 2012

Chávez en Cuba o Cuba en Chávez

Chávez en Cuba o Cuba en Chávez

Los más de 100.000 barriles diarios de petróleo que se importan desde
Venezuela, podrían desvanecerse si el presidente de ese país fallece
Yoani Sánchez 19 MAR 2012 - 00:01 CET

¡Estos son los últimos caramelos! ¡Así que aprovechen! gritó Olga
—apodada la Guajira— en medio del albergue de nuestro preuniversitario
en el campo. Mi vecina de litera revendía alimentos que le
proporcionaban los técnicos soviéticos, quienes compraban en tiendas
donde los nacionales no podíamos entrar. Corrían los últimos meses de
1990 y la comunidad de "camaradas" rusos que se inmiscuía en la realidad
cubana comenzaba a hacer las maletas. Por toda la ciudad numerosas casas
quedaban vacías ante la estampida de estos residentes extranjeros,
mientras languidecía el mercado negro que ellos fomentaban. Aquella
golosina envuelta en un tosco papel, fue para mí la primera señal de que
el subsidio enviado por la URSS se cortaría abruptamente. El heraldo de
las malas nuevas se presentó así ante mi paladar adolescente, bajo la
forma de un dulce que se ausentaba para siempre.

Hoy, más de 20 años después, hay indicios un tanto amargos de otro
posible colapso material. Pero esta vez el riesgo no emana del Kremlin
sino de un palacio más cercano, el de Miraflores. Hugo Chávez está en
Cuba y sobre su salud se tejen infinitas especulaciones y algunos
alarmantes escenarios futuros. Los más de 100.000 barriles diarios de
petróleo que se importan desde Venezuela, podrían desvanecerse tan
rápido como se deshace un caramelo en la boca, si el presidente de ese
país fallece a consecuencia del cáncer que lo aqueja. En las calles
habaneras, las interrogantes van más allá de la morbosidad en torno a
temas médicos, para convertirse en preocupantes vaticinios del mañana.
Una mujer, con el rostro agriado por la cotidianidad, le dice a otra de
forma tajante: "Si a Chávez le pasa algo, nos va a caer encima un
segundo Período Especial". Y el énfasis que pone en cada sílaba me
recuerda a aquella adolescente proclamando los últimos dulces enviados
desde la Unión Soviética. La historia es así de caprichosa, a veces se
repite camuflada en almíbar… otras en acíbar.

Hemos tenido la dolorosa oportunidad de aprender —como país— la lección
de la dependencia; de prometernos a nosotros mismos que nunca más el
futuro de esta Isla quedaría colgando de un presidente foráneo o de un
partido extranjero. Pero a principios de 1999, con la asunción de Hugo
Chávez al poder, quedó claro que la autonomía económica sería sólo una
fantasía nacional postergada una y otra vez. El desequilibrado
intercambio comercial entre Cuba y Venezuela ha permitido al gobierno de
Raúl Castro evitar el colapso a pesar de la improductividad del país.
Sin embargo, este subsidio también genera una alarmante fragilidad, una
vez que puede ser cortado en cualquier momento. El magno paciente
operado en La Habana, se erige como la garantía principal para que las
reformas raulistas puedan mantener su tímido paso y sus objetivos de
permanencia en el poder. Mostrar a Chávez en la televisión, anunciar su
pronta recuperación en los periódicos, es como darle una fe de vida al
castrismo. Cuando nos enseñan el rostro sonriente del presidente
venezolano, no esperan que leamos solo el estado de salud de un hombre,
sino también el pronóstico político de dos países. De ahí que la
propaganda oficial se afane en hacer coincidir la supuesta "victoria"
sobre el tumor físico con el triunfo de todo un proyecto ideológico.

Los gobiernos mantenidos, los regímenes subsidiados, tienen la falsa
ilusión de que pueden aprender a vivir sin sus mecenas. Alardean de que
lograrán dar pasos en solitario una vez que cese el apoyo del otro. Pero
en realidad, durante el largo período de la dependencia sólo han
aprendido a buscar una nueva fuente de la que beber, un nuevo socio al
que expoliar. Su disfunción económica no puede ser reparada en el plazo
de tiempo en que avanzan las células malignas por un organismo. Un
sistema donde la ineficiencia ha hecho metástasis hasta en la producción
de papas, ladrillos o detergente para fregar, sabe que cada paso que dé
en solitario es un paso hacia su final. Queda claro entonces que Hugo
Chávez vino a Cuba a tratarse su dolencia física porque las garantías de
discreción sobre su situación son garantías de silencio sobre el estado
real de nuestro país.

Así que aquí estamos otra vez, en esta situación que conocemos bien: el
muro de Berlín cae o el cáncer se instala en el cuerpo de un hombre; la
glasnost destapa la basura de 70 años o un médico comete una imprudencia
con un enfermo; los técnicos soviéticos hacen sus maletas en La Habana o
los cubanos sopesan sus pertenencias en Venezuela; una jovencita
advierte que los caramelos made in URSS se acabaran en breve o una
señora desilusionada habla de otro posible colapso material; un
presidente ve cómo el mapa de un bloque político se desgaja en
fragmentos diversos o un ajado gobernante mira asustado el reporte de
una tomografía axial computarizada.

Yoani Sánchez es periodista cubana y autora del blog Generación Y.

http://elpais.com/elpais/2012/03/08/opinion/1331223054_109796.html

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